jueves, 26 de mayo de 2011

EL TIGRE Y LA LIEBRE


                 Había un joven que vivía decepcionado, amargado, y se la pasaba quejándose de lo inhumanos que nos habíamos vuelto las personas, que se había perdido la solidaridad, que ya nadie importaba a nadie.  Un día, decidió salir a dar un pasear por el monte.  Estando allí, vio sorprendido que una liebre le llevaba comida a un tigre que estaba malherido y no podía valerse por sí mismo.
    Le impresiono tanto ver este hecho, que decidió volver al día siguiente a comprobar si la conducta de la liebre era casual o habitual.  Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre.
     Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recupero las fuerzas y pudo buscar  la comida por su propia cuenta.
      Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: “No todo está perdido.  Si los animales que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas”.  Y decidió hacer la experiencia:
   

      Se tiro al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara.  Pasaron las horas, llego la noche y nadie se acerco en su ayuda.  El aguantaba el hambre, la sed, las acometidas de la frustración y el desespero.  Estuvo así durante todo el otro día, y ya se iba a levantar con la convicción de que la humanidad no tenía remedio, cuando escucho dentro de sí una voz que le decía: “Si quieres encontrar a tus semejantes como hermanos, deja de hacer de tigre y haz de liebre”.


           Otra historia bellísima con una enseñanza semejante:
           Por la calle vi una niña hambrienta, sucia y tiritando de frio dentro de sus harapos.   Me encolerice y le dije a Dios: “¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para ayudar a esa pobre niña?
            Durante un rato, Dios guardo silencio. Pero aquella noche, cuando menos lo esperaba, Dios respondió mis preguntas airadas: “Ciertamente que he hecho algo.  Te he hecho a ti”.


 

Las apariencias engañan

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

                    Una familia que había ido a la playa y lo estaba pasando de maravilla.  Después de bañarse un buen rato, los niños se pusieron a hacer castillos de arena en la orilla cuando, a lo lejos, apareció una anciana, con sus canosos cabellos al viento y sus vestidos sucios y harapientos, que musitaba algo entre dientes mientras recogía cosas del suelo y las echaba en una bolsa de plástico.    Los padres llamaron alarmados junto a si a los niños y les dijeron que, por nada del mundo, se acercaran a la anciana.   Cuando paso junto a ellos, inclinándose repetidas veces para recoger algunas cosas del suelo, dirigió una sonrisa a la familia.   Pero ninguno le devolvió el saludo.          Ante la advertencia de los padres, los niños la miraban asustados, y siguieron mirándola un rato hasta que se perdió en la lejanía.  
         Algunos días más tarde, se enteraron de que la anciana llevaba años limpiando la playa de vidrios y potes para que los niños no se hirieran los pies.




Rescatando una estrella

RESCATANDO UNA ESTRELLA

               Al visitar el continente austral, el viajero tenía un especial interés en visitar una playa donde sucedió uno de los fenómenos más sorprendentes de la naturaleza, durante algunos días se desato una tormenta tan poderosa que parecía que el cielo quisiera sumergir a la tierra y el mar estaba tan agitado que parecía que deseaba tragarse la playa, el ultimo día del fenómeno la furia de la tormenta se desato en toda su extensión, al día siguiente amaneció en una calma extraordinaria, el color del mar era de un azul turquesa indescriptible, un arco iris partía de la playa y se perdía en la inmensidad del mar, pero algo extraño yacía sobre la playa, estaba tapizada de estrellas de mar, durante la noche fueron arrojadas de su elemento vital, miles, tal vez millones de estrellas que inevitablemente agonizaban por no estar en su medio natural, un pescador al ver tal espectáculo empezó desesperadamente a devolverlas al mar y gritaba pidiendo ayuda a otras personas que también observaban con sorpresa ese amanecer y se reían de él, uno de ellos irónicamente le reclamo la inutilidad de su esfuerzo: “para que pides ayuda, que no te das cuenta que son miles, no tiene ningún caso, no acabaríamos nunca, inevitablemente van a morir” el hombre que se empeñaba en salvarlas se detuvo un instante, reflexiono observando detenidamente la estrella que tenía en la mano y exclamo “esta estrella si va a vivir y la lanzo al mar”.

                  Cuando conocemos nuestra realidad mundial de millones de niños que mueren de hambre, de los escuadrones de la muerte en Brasil que por unos cuantos dólares los asesinan por que los consideran una molestia social, el cólera que azota al Perú derivado de la miseria y el abandono que vive gran parte de su población, los niños de México que deambulan por las calles en una búsqueda desesperada por sobrevivir, ¿no son acaso estrellas que están agonizando y que debemos regresar al mar?

                 Un caso de valores: Una mujer plantea el siguiente caso “todos mis hijos manifiestan cierto retraso mental, mi marido es alcohólico y tengo problemas de salud, y ahora estoy embarazada”, ¿debo abortar o no? Por supuesto los jóvenes a quien expuso el caso polemizaron y finalmente unos apoyaron y otros no el aborto, por supuesto los que estaban a favor argumentaron que no era conveniente que la mujer corriera el riesgo de traer un ser anormal al mundo y era preferible conservar su salud en beneficio de toda su familia, a este grupo el líder del grupo juvenil le contesto que si esta mujer abortaba estaría asesinando a Beethoven pues era esta precisamente la circunstancia familiar en que este gigante de la música universal encontró al llegar a la vida.



                    La libertad es un don que hasta Dios respeta, cada ser humano puede hacer de su vida lo que desee pero nadie tiene derecho a decidir la vida de otro, nadie hubiera visto con agrado que Pasteur, Gandhi, Hidalgo o la madre Teresa de Calcuta hubieran sido abortados, a mí en lo personal no me gustaría haber sido abortada, cada ser que llega al mundo es una pequeña luz de esperanza para la humanidad, ¿Quién va a llegar a ser? Nadie lo sabe pero tiene la gran opción de coadyuvar a crear un mundo mejor.

                  La gran evolución genética del ser humano sigue avanzando día a día en la arquitectura social y el mundo cada vez es más inhumano, con más libertinaje e injusto, demos la oportunidad a todos los seres que lleguen a su plenitud, rescatemos estrellas a través de regresar a la vida a un niño abandonado, rehabilitar a un joven drogadicto, recuperando a esos pequeños que todos los días son prostituidos, todos sin excepción de raza o nación tienen derecho a la realización pues aunque estemos divididos por fronteras, todos somos hijos de Dios;  Rescata una estrella para alcanzar el cielo.




 




Se tu mismo

                               SE TU MISMO

               Cuenta un columnista que, en cierta ocasión, acompañaba a comprar el periódico a un amigo suyo, quien saludo con cortesía al dueño del quiosco.  Este le respondió con brusquedad y desconsideración.  El amigo de Harris, mientras recogía el periódico que el otro había arrojado hacia el de mala manera, sonrió y le deseo al vendedor un buen fin de semana.  Cuando los dos amigos reemprendieron el camino, el columnista le pregunto:
-¿Te trata siempre con tanta descortesía?
-Si, por desgracia.
-¿Y tú siempre te muestras igual de amable?
-Sí, así es.
-¿Y por que eres tan amable con él cuando él es tan antipático contigo?
-Porque no quiero que sea el, quien decida como debo actuar yo.
                                   
                                       


La Niña, la piedra y el caballo

        LA NIÑA, LA PIEDRA Y EL CABALLO

       Cuentan que, en cierta ocasión, entro una niña en el taller de un escultor.     Por un largo rato, estuvo disfrutando de todas las cosas asombrosas del taller: martillos, cinceles, pedazos de esculturas desechas, bocetos, bustos, tronco…, pero lo que más impresionó a la niña fue una enorme piedra en el centro del taller.    
       Era una piedra tosca, llena de magulladuras y heridas, desigual, traída en un penoso y largo viaje desde la lejana sierra.
       La niña estuvo acariciando con sus ojos la piedra y, al rato, se marcho.    Volvió la niña al taller a los pocos meses, y vio sorprendida que, en el lugar de la enorme piedra, se erguía un hermosísimo caballo que parecía ansioso de liberarse de la fijeza de la estatua y ponerse a galopar.     La niña se dirigió al escultor y le dijo:    ¿Cómo sabias tu que dentro de esa piedra se escondía ese caballo?

               Educar viene de la palabra latina educere, que significa sacar de adentro.   Es educador quien no ve en cada persona la piedra tosca y desigual que vemos los demás, sino la obra de arte que se esconde dentro de cada uno de ellos, y entiende su misión como el que ayuda a limar asperezas, a curar las magulladuras, el que contribuye a que aflore y se manifieste el ser maravilloso que todos llevamos en potencia. ¡Cómo cambia la relación de la sociedad si cada individuo se coloca frente a los demás con la firme convicción de que todos son verdaderas obras de arte, distintas, irrepetibles, maravillosas!  El educador tiene una irrenunciable misión de partero de la personalidad, de escultor de corazones.  Es alguien que entiende y asume la transcendencia de su misión, consciente de que no se agota con impartir conocimientos o propiciar el desarrollo de determinadas habilidades y destrezas, sino que se dirige a formar personas, a ensenar a vivir con autenticidad, con sentido y con proyecto, con valores definidos, con realidades, incógnitas y esperanzas.     Con frecuencia nos enseñan a apreciar y admirar las obras artísticas de pintores y escultores, las genialidades literarias, los portentos de la ciencia…Eso está muy bien, pero no olvidemos enseñarles que cada uno de ellos es una obra de arte infinitamente más maravillosa que todas las genialidades de los artistas.
                   Esto si lo entendió bien aquel niño que ante la pregunta de su maestra que pidió a sus alumnos que le dijeran algún prodigio o algo maravilloso que no existiera hace veinte años, respondió: Yo, Maestra.